Bar Serenata
En los años cincuenta, poco después del 9 de abril, las personas empezaban a tomar otra vez su rumbo de vida normal y, como era lógico, los fines de semana se reunían en las tertulias acostumbradas. En el Bar Serenata, ubicado en la carrera 5ª No. 5-01 se reunían los parroquianos a celebrar los “viernes culturales”: jugaban ajedrez, rana, dominó, parqués, etc., juegos sanos y divertidos; tomaban la cerveza de la época, la famosa Andina; pero también la amada Águila y la Bavaria, hasta las tres de la mañana. En esa época no existía la “ley zanahoria” porque la vida toda era zanahoria; las personas se iban para la casa y Pedro Pérez que para la fecha era un volantón, se encargaba de recoger los envases, colocar los taburetes, (cuatro en cada mesa), limpiar y dejar el local en su lugar. Nos cuenta personalmente Pedro Pérez, hoy celador de la Universidad de La Salle en Chapinero, que a él se le presentó un fantasma que consistía en el desarreglo total de la cantina. Habien29 do dejado el local impecable, al otro día aparecían las mesas con botellas destapadas, las sillas colocadas como sí hubieran acabado de irse los “bebedores” de turno, colillas, cigarrillos sin prender en los ceniceros, mugre y desarreglo por doquier. Al otro día, el patrón de Pedro se enojaba porque no se había hecho la labor del lugar. Pedro le decía a su jefe que sí lo había hecho, pero como al pastorcito mentiroso no le creían. Una noche le propuso al patrón que se quedarán y entre los dos limpiarían el local y verían así al día siguiente lo que pasaba. Efectivamente se fueron los clientes y comenzó la tarea. Pedro y el patrón se acostaron y a la madrugada se levantaron y con el asombro encontraron patas arriba las mesas y todo el lugar. Lleno de pánico, el patrón cerró el negocio y vendió los terrenos.
Isss Severoo
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